Durante un tiempo, los detractores del cine español se quejaban, de manera continua, de que solo se hacían películas sobre la guerra civil. Era una queja injusta, pero, al menos durante un tiempo, basada en una percepción real: España parecía culturalmente atada, de manera inamovible, a la guerra y la posguerra, contando pequeñas historias de la historia (algunas fabulosas, como ‘La vaquilla’ o ‘La lengua de las mariposas’, otras no tanto) que poco a poco fueron evolucionando y cristalizando en el cine patrio actual, que vuelve solo de vez en cuando a aquel periodo aciago, normalmente para subrayar detalles que merecen la pena ser destacados. Es el caso de ‘Karmele’, en el que lo que se nos cuenta es nuevo… pero huele, inevitablemente, a cine viejo.

Ay, Karmele

Como vasco, lo que cuenta ‘Karmele’ me resulta familiar, claro: la prohibición de hablar en euskera, la lucha propagandística interna contra el régimen de Franco, el odio hacia las tradiciones, las emigraciones constantes y en la medida de lo posible, la pobreza… Es, sin duda, un punto de vista interesante y razonablemente poco explorado en el cine, pero la película se estampa contra un muro de hormigón por su propia intención trascendental: quiere contar tantas historias de un periodo tan largo que, al final, acaba por volverse un revoltijo sin mucho espacio para la emoción.

Claramente, la película de Asier Altuna aspira muy alto, y sus primeros minutos son triunfales, pero esta defensa de la identidad encapsulada en la música y el baile pega veinte vueltas de campana (pasa por el romance descarnado, la película de espías, la denuncia social, el cine familiar y la clase de historia contemporánea sin despeinarse) hasta convertirse en lo contrario que quiere ser: un garabato. ‘Karmele’ dispara alto, aunque flojo: el resultado es siempre salvable por bloques, pero tan indefinido en su conjunto que uno sale de su visionado sin estar seguro de qué es exactamente lo que querían contarnos.

Hay escenas fantásticas que perlan todo el metraje: el retorno al pueblo, ese leitmotiv encontrado en el «¿Somos o no somos?», el barco varado en la orilla, la absoluta certeza imaginaria del final cercano del dictador y el heroísmo llevado por dentro… Sin embargo, cada una de ellas parece sacada de una película distinta. A Altuna y los suyos les falta concreción. Simplemente con preguntarse qué tipo de película quieren ser y qué es lo que van a contar para ponerlo en el centro de la narrativa, ‘Karmele’ hubiera subido muchos enteros. Al jugar a todo al mismo tiempo se convierte, de manera involuntaria, en un dislate disfrazado de serio y profundo drama histórico. Y es una pena, porque no lo merece.

Egunak hobeak baitira zurekin batera

Si por algo destaca la película, y consigue salvarse de la quema, es por la fantástica interpretación de Jone Laspiur, que ya ganó el Goya a actriz revelación en 2021 por ‘Ane’ y aquí vuelve a demostrar que es uno de los nombres a tener en cuenta para el futuro más cercano de la industria. Su interpretación repleta de matices llega a opacar, de hecho, a la de un actor tan veterano como Eneko Sagardoy, que en esta cinta cae, por momentos, en una sobreactuación excesiva y poco delicada que choca con la tristeza y la desazón constante que van dejando los continuos golpes del destino (y del guion de brocha gorda).

Aunque ‘Karmele’ tiene momentos fabulosamente dirigidos y se atreve a dar su opinión política en tiempos donde la mayoría tienen miedo de alzar la voz, lo cierto es que, por momentos, no puede evitar tener un tono telenovelesco que, en su parte sudamericana, casi cae en la parodia visual. No ayuda, desde luego, a que el espectador entienda un tono totalmente desigual que solo termina de centrarse hacia el final de la película, en su tramo más desesperanzador -y desesperante-. El intento es loable, pero la ejecución muy mejorable.

El cine español, siendo muy consciente de las críticas del público, hace ya mucho tiempo que no cae en el guerracivilismo, como decía, a no ser que tenga algo inédito que contar, como pasaba en ‘La trinchera infinita’ o ‘Mientras dure la guerra’. ‘Karmele’ da luz a la historia de un pueblo triste y necesitado al que cortaron de cuajo todas sus raíces, pero lo mezcla con una historia de amor a medio gas, un sainete de espías rocambolesco, unos momentos de música gozosa y un drama familiar que acaba por cansar. Lección a aprender: menos siempre suele ser más. Gutxiago gehiago da, por entendernos.

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