Vivimos unos tiempos en los que a menudo parece que las películas solamente pueden ser una de las mayores obras maestras del cine reciente o una absoluta pérdida de tiempo. Todo lo que hay entre medias no se procesa como tal y a pocas pegas que pongas algo parece que lo estás echando por tierra. Si eso ya sucede con las producciones más convencionales, la cosa alcanza unos límites insospechados con propuestas tan insólitas como ‘Megalópolis’.
Fruto del empeño personal de Francis Ford Coppola, quien ha tardado más de 40 años en poder hacerla y solamente lo ha conseguido financiándosela a sí mismo, ‘Megalópolis’ es una rareza, una película única en su especie que se atreve a cosas que un gran estudio jamás hubiese permitido. Una valentía digna de aplauso, pero tampoco cometamos el error de pensar que sea maravilloso por ser algo diferente.
No hay otra como ‘Megalópolis’
‘Megalopolis’ es, por encima de todo, el resultado de la visión de Coppola, quien aquí construye un relato épico de ciencia ficción de una forma un tanto particular. Y es que su protagonista tiene siempre la vista en el futuro, en cómo va a perdurar lo que se construya ahora, pero la película echa sus raíces más en el pasado, con la construcción de los personajes, empezando por los diálogos y ampliándose a las propias interpretaciones de su reparto, recordando más a William Shakespeare que a cualquier otra cosa, algo que se extiende a un enfoque que coquetea con lo teatral en muchos momentos.
Eso sí, Coppola no acepta constreñirse nunca a nada concreto, por lo que de lo teatral pasamos a lo operístico, e incluso hay situaciones que en sus excesos recuerdan más a lo circense. ‘Megalópolis’ es un cóctel en el que todo tiene cabida siempre que lo crea conveniente su máximo responsable, sin importar lo más mínimo cómo afecta a la película en su conjunto. Aquí pesan más las ideas concretas y la búsqueda de la fascinación puntual que el respeto a las normas y la integridad de la obra.
Por ello, ‘Megalópolis’ es una película fallida de forma inevitable. Soy consciente de que habrá algunos espectadores que echen la culpa a la incapacidad del público a la hora de no ser capaces de procesar la grandeza y ambición de Coppola, pero personalmente me parece más una forma de disculpar que haga lo que le venga en gana que una forma de defenderla.
Porque no discuto que Coppola sea un genio, o que al menos lo fuera en su momento, pero eso no quita que todo lo que haga sin pasar por ningún tipo de filtro vaya a ser una maravilla. En ‘Megalópolis’ tenemos buena prueba de ello con algunas escenas que rozan lo desesperante, por no hablar de que visualmente hay momento muy poderosos, pero también otros extremadamente feos que refuerzan la sensación de que estamos más ante un volcado de ideas que ante algo pensado en su conjunto.
Es cierto que Coppola ha tenido varias décadas para moldear ‘Megalopolis’ a su gusto, por lo que eso probablemente sea algo buscado. Lo mismo sucede con el uso de una narrativa un tanto deshilachada, la cual se presta a todo tipo de salidas de tiesto, buscando más el impacto puntual que cualquier otra cosa. Y a veces lo consigue, creando momentos que uno nunca habría esperado ver en una película con este presupuesto, pero son pequeños oasis en un conjunto inexistente.
Recuerdo que en cierto momento el personaje interpretado por Giancarlo Esposito comenta al de Adam Driver que muchas utopías acaban convertidas en distopías. Poco importan realmente las intenciones, ya que llega un momento en el que algo escapa totalmente de tu control. En el caso de ‘Megalópolis’ soy consciente de que Coppola está más interesado en lo sensorial que en lo narrativo, pero acaba dando la sensación de ser más una acumulación que algo realmente meditado.
Ahí no niego que resulta interesante ese planteamiento de explorar lo que bien podría verse como la caída de un imperio y construcción de uno nuevo como metáfora de la transición necesaria que ha de hacer el propio cine como gran espectáculo de masas -al final el alcalde no deja de ser equiparable a un ejecutivo de Hollywood pensando solamente en el ahora-, pero ‘Megalópolis’ está condenada a ser como mucho una rareza que influya a otros cineastas que queden fascinados con lo que propone que como un título que realmente vaya a marcar al público de forma global.
Eso la condenaba de antemano a ser un enorme fracaso comercial, y personalmente no puedo decir que sea algo injusto. Lo que sí tengo claro es que es una película que, casi solamente por su mera existencia, despierta admiración por su inacabable ambición, incluso aunque no hayas disfrutado mucho con ella como fue mi caso, pero apenas hay rastro alguno de entusiasmo con el resultado final. De hecho, a mí me acabó dejando un tanto frío por querer jugar a tanto sin rematar nunca la jugada, ni siquiera en sus momentos más logrados.
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